En el documento elaborado, la organización ambientalista advirtió sobre la contaminación que generan los teléfonos móviles una vez terminada su vida útil y denunció que el acelerado incremento en el recambio y descarte de celulares no está acompañado de una infraestructura especial de reciclado y recuperación de los materiales tóxicos y contaminantes que contienen los equipos.
De acuerdo al informe “El lado tóxico de la telefonía móvil”, el descarte de teléfonos aumentó 4 veces en los últimos 5 años. El incremento en el consumo, la escasa vida útil de los productos, estimada en menos de 3 años, y las altas cifras de descarte conviven con un reducido circuito de reciclado. Hoy se recicla menos del 6% del total de los residuos provenientes del sector de tecnología.
El documento consigna que la cantidad de celulares enviados a rellenos y basurales podría ser mucho mayor debido a que existen 16 millones de líneas en desuso, a los que se suma que un alto porcentaje de los aparatos en uso podría ser renovado por los nuevos servicios que brinda la telefonía celular.
“Los teléfonos móviles son, junto con las computadoras de escritorio, televisores, pilas y baterías, la porción de los residuos sólidos urbanos que está creciendo más rápidamente, y se espera una ola de descarte sea mayor en los próximos años. El riesgo de estos residuos radica en sus componentes tóxicos. Además, enterrarlos o incinerarlos representa un despilfarro de materiales como oro, plata, cobre y plásticos que pueden ser recuperados y reintroducidos en el circuito productivo”, señaló Yanina Rullo, integrante de la Campaña de Basura Electrónica de Greenpeace.
Los celulares contienen metales pesados y sustancias químicas como mercurio, cadmio, cromo hexavalente, PVC y retardantes de fuego bromados, entre otros, que son tóxicos y contaminan el medio ambiente, y afectan la salud de las personas, especialmente de los recuperadores informales que los manipulan sin la tecnología adecuada. Uno de los elementos de los celulares con mayor potencial de contaminación son las baterías.
Los químicos tóxicos de los productos electrónicos pueden filtrarse al suelo o ser liberados a la atmósfera con el paso del tiempo, y producir impactos en las comunidades vecinas y en el ambiente. En varios países del mundo ya se han aprobado regulaciones que prohíben la disposición de residuos electrónicos en rellenos debido a sus compuestos peligrosos.
“Desde Greenpeace insistimos en la necesidad de una ley nacional de gestión de este tipo de residuos, para crear de manera urgente una infraestructura especial de reciclaje y recuperación de materiales, que establezca la responsabilidad legal y financiera del productor, que prohíba la presencia de sustancias peligrosas en los nuevos aparatos eléctricos y electrónicos y que asegure una mayor durabilidad de los productos”, señaló María Eugenia Testa, Directora Política de Greenpeace.
La Argentina tiene un nivel de penetración de la telefonía celular semejante a los países desarrollados y 2 de cada 3 habitantes afirmó que cambiará su aparato en los próximos seis meses.
En el año 2008 fue presentada en la Comisión de Ambiente del Senado Nacional la Ley de Presupuestos Mínimos de Gestión de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos, pero a pesar del problema creciente que representa el tratamiento de este tipo de residuos, el proyecto no ha sido debatido ni aprobado todavía.
“En la Argentina no existe prácticamente ninguna infraestructura formal para hacer frente a la basura electrónica y gestionar este tipo de residuos. Cuanto más se retrase la implementación de políticas que promuevan la responsabilidad del productor para estos desechos, mayor será la cantidad de residuos electrónicos acumulados a ser tratados y mayores los costos de reparación ambiental”, señaló Testa. “Los productores deben hacerse cargo financieramente de los aparatos que colocan en el mercado, desde la fabricación hasta el final de su vida útil cuando son descartados como residuos”, concluyó.
- Descargá el informe “El lado tóxico de la telefonía móvil”, hacé click aquí.
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